Por Wilfredo Sierra Moreno.
A quienes llevamos muchos años en este ejercicio del periodismo de opinión algunos temas, año a año, se nos vuelven reiterativos, lo que no quiere decir que no se tenga algo nuevo que decir siempre al respecto. Lamentable, siempre lo hemos dicho, que estas fechas se hayan convertido más en un evento comercial para alimentar la actitud farisaica de quienes creen que con una invitación anual a almorzar se cubre todo la responsabilidad que se tiene con tan bello ser en la vida, mientras el resto del año estos seres son sometidos no precisamente a los mejores tratamientos cuando no al olvido.
Sabemos, desde hace mucho tiempo, que la sociedad formal vive de la hipocresía y las demostraciones exteriores para posar ante los demás, mientras que el diario transcurrir de la existencia practica la verdadera responsabilidad con la progenitora se obvia alegremente, cuando no se recurre, -como también lo hemos denunciado en estas páginas- a confinar a la pobre abuela o abuelo a una de esas muy lujas casas geriátricas en las que si bien se tiene muchas comodidades, el afecto real y efectivo de los hijos y los nietos no se siente.
Nos resulto particularmente curioso que ya los organismos de policía tienen específicamente determinado al día de la madres como uno de los más violentos del año, como quiera que nuestros folclóricos y machistas hijos –e hijas también- tienen una excusa perfecta para dar rienda suelta a sus tendencias etílicas, luego de los cual vienen las peleas, los heridos y los muertos, cuando no la agresión a la misma madre en homenaje a la cual supuestamente se da la celebración. Lo que demuestra, palpablemente, que los índices culturales y de conciencia de nuestro ciudadano medio no es el mejor y que de verdadero amor filial sabemos muy poco.
En deuda está la sociedad y el estado con ese inmenso y cada día creciente ejército de madres cabezas de familia, ese núcleo valeroso de mujeres que gracias a la irresponsabilidad, desvergüenza e ignorancia de hombres que de tal tienen muy poco, deben de echarse a sus espaldas la responsabilidad de mantener, educar y responder por un buen numero de hijos, sin la ayuda de nadie. Pienso, con el debido respeto por todas las madres en general de nuestra sociedad santandereana, que esas mujeres cabeza de familia son las más grandes heroínas de esta celebración del día de las madres, a quienes no deberíamos reducirles la festividad con un ramo de flores y unos discursos huecos.
La mujer como madre, esposa, trabajadora y consejera abnegada es la gran sacrifica de una sociedad que se deleita en palabras bonitas pero que no tiene hechos ciertos para dignificar su preciosa condición. Cual bueno seria que eso cambiara y que realmente pudiéramos apreciar, comprender y amar a esas mujeres en su verdadera dimensión.