Por Wilfredo Sierra Moreno.
Es innegable que el ideal de todo acuerdo de paz es que los actores que hoy están en la subversión puedan ir a la legalidad y aspirar a los diferentes cargos de elección popular, lo que fue posible en el caso del M-19 y que nos ha dado interesantes dirigentes políticos, controvertidos y todo, pero dentro de el orden y la legalidad.
Lo que no puede ser posible, porque no tiene ninguna lógica, es que los negociadores de la subversión digan en Cuba que no van ha entregar las armas, porque la verdad, no tiene ni pies ni cabeza hablar de una negociación para buscar la reconciliación nacional y que la guerrilla diga que quiere hacer política, ir a Senado y Cámara, aspirar a gobernaciones y alcaldías, pero con los fusiles en las manos.
Para todos los colombianos de la vida civil es claro que los movimientos subversivos son unos grupos minoritarios que tienen su fuerza en la capacidad de intimidar a través de la violencia, el secuestro y el crimen, y lo que no tiene sentido es que ahora se erijan en la conciencia moral del país, tratando de imponer condiciones absurdas como la de pedir aplazamiento de las elecciones y la reforma de la estructura militar colombiana. ¿De cuando acá los pájaros tirándole a las escopetas?
Con ese argumento habría que permitir que las Bacrim, los paramilitares y todas las organizaciones delincuenciales de cualquier pelambre que hay en el país pusieran también sus condiciones sobre la forma de vivir en esta nación, lo que no deja de ser el más ilógico de los absurdos. Y claro, como cualquier ciudadano racional añoramos que la tranquilidad y la paz sea una realidad en este sufrido suelo nuestro, pero desde luego, dentro de los limites de los racional y sensato. A lo que no hay derecho es que bajo el pretexto de una negociación de paz le entreguemos el poder a la guerrilla y comencemos a vivir bajo los preceptos del particular criterio marxista leninista de los señores de la Farc.