Por Wilfredo Sierra Moreno.
Sin desconocer que las celebraciones anuales sobre el día del niño son importantes y contribuyen a rescatar la autoestima de una población que no exactamente las tienen todas a su favor, hay que analizar que la profunda crisis a que se ven sometidos los infantes de esta país tienen una serie raíz en elementos sustanciales, entre ellos la crisis de la familia y la misma forma irresponsable conque la muchachada de hoy día asume la sexualidad, en donde el embarazo más que el fruto de una gestación programada y deseada para dar cariño y amor a un nuevo ser, es el producto de un desafortunado descuido en las cuentas del control natal, y por lo tanto un problema terrible.
Desde ahí, el futuro que le espera a esa nueva criatura no es exactamente un nicho de rosas, pero además ese ancestro machista que vive entre nosotros – tanto en hombres como en mujeres desafortunadamente- hace que en materia de afecto la carga positiva no sea mucha y, desde ahí, la generación de dificultades emocionales en el infante van a generar más y peores complicaciones en la vida de ese ser.
Me sorprendió desfavorablemente la forma olímpica en que una funcionaria encargada de vigilancia en el ramo de la infancia toma el hecho del trabajo infantil. Es que aquí desde siempre se ha acostumbrado a lo muchachos a que hay que trabajar para ganarse la vida, expreso esa señora con una desfachatez de verdad repugnante y, si a un funcionario que tiene que ver con la preservación de los valores y derechos de la infancia se le salen tales “perlas”, obviamente no hay mucho que esperar de ciertos “padres” –y las comillas van con toda su acepción- que realmente tampoco fueron formados en valores humanos y sentimientos altruistas.
Que sigamos siendo unas de las ciudades con los mayores índices de trabajo infantil en el país no nos deja muy bien parados, y podemos recurrir a todas las argucias que queramos para tratar de minimizar, de cualquier manera, lo vergonzoso del hecho. Lo ciertos es que por muchos que nos esforcemos, sobre todo por épocas de celebraciones fraternales, por parecer lo que no somos, la verdad es que en ciertos núcleos de población -¡que no en todos afortunadamente!- la paternidad nos quedo grande y no somos precisamente los mejores formadores de hombres del futuro.