Por Wilfredo Sierra Moreno.
Reconociendo como siempre hemos reconocido desde estas líneas el invaluable papel de la policía nacional en la lucha contra el crimen y la delincuencia en este país, hay que reconocer que la inseguridad en nuestro departamento va en aumento y, en eso, muchos factores culturales y sociales tienen su importancia sustancial.
Es indudable que la política del dinero fácil que se desarrollo desde la época en que Pablo Escobar se convirtió en un curioso líder de algunos estratos bajos del país, ha hecho demasiado daño en la mentalidad de la juventud que con el correr de los días termina absurdamente creyendo que la delincuencia si paga y que es la mejor manera de vivir una existencia, para la que, desafortunadamente, no muchos de los formadores suyos los preparo.
El mal ejemplo más la permisividad en la formación de los padres de familia, complementado con una educación primaria y secundaria que cada vez falla más en realmente crear una impronta positiva en la mente de la muchachada nacional, hace que el vicio y la forma irresponsable de buscar el dinero se convierta en unos caldos de cultivo realmente preocupante de la mentalidad delincuencial de las nuevas generaciones nacionales, alguno de los cuales, bajo el efecto de las drogas, definitivamente no le tienen miedo a nada.
Nada se saca deteniendo mensualmente a 20 ó 40 cacos por mes, mientras en los barrios periféricos de la ciudad y aun en algunos núcleos de los estratos altos, ejércitos completos de muchachos se preparan para hacer de la vida irresponsable y el crimen su modus vivendi. Es una lucha desesperantemente desigual, con el agravante que no siempre las autoridades civiles de la nación tienen verdadera conciencia de que invertir en formación, recreación, estudio y empleo de la muchacha nuestra es una medida complementaria necesaria para que la lucha contra el delito sea realmente efectiva.