Por Wilfredo Sierra Moreno.
No las tiene todas consigo el tradicional partido conservador colombiano, y luego de pelechar ocho años a la sombra del gobierno de Álvaro Uribe Rueda y cuatro en el de Juan Manuel Santos, una radical división los tiene a punto de quedarse sin el pan y sin el queso, porque mientras unos quieren seguir pegados de la teta de la Unidad Nacional con el actual gobierno, otros, con más visión política y un poco de vergüenza por lo que está pasando con ellos, han preferido ensayar una candidatura conservadora, que aunque realmente no tienen opciones de llegar a la Presidencia de la Republica, es un acto de dignidad para sacudirse de la actitud de burócratas chupa sangre del gobierno que los ha caracterizado durante los últimos años.
Para aumentar los males, ahora “El Establecimiento” –como muy bien definió Álvaro Gómez Hurtado a aquel poder que va más allá de los intereses particulares de los ciudadanos y la clase política colombiana – resolvió meter la mano a través de los Magistrados del Concejo Nacional Electoral en el pleito de los hermanos godos, impugnado la Convención del Partido Conservador, en un acto que es más una “leguleyada” innecesaria frente a un contendor débil, pero que tiene por objeto servir a los intereses del sector más retardatario de los conservadores de este tropical país. Como quien no quiere la cosa, El Establecimiento le quiere decir al país que no acepta actos de independencia, ni siquiera del tradicional partido azul, que ha sido uno de los más fieles forjadores de ese mismo establecimiento.
Por lo demás, sin burocracia y “mermelada” –como dicen ahora – no se puede esperar que la votación conservadora sea considerablemente alta, lo que unido a que en el sector gobiernista ya fue desconocido en la Mesa de Unidad Nacional, solo se puede predecir un gran descalabro del que algunos prosistas del establecimiento no hacer sino definir como “el más histórico y tradicional de los partidos políticos colombianos”, pero que en realidad no es sino otro de los tantos refugios de los políticos tradicionales para alimentarse de las mieles de la burocracia y el estado.
Posiblemente si alguien puede de alguna forma salir ganando en este tramo poco dulce de la vida de ese partido es la propia Martha Lucia Ramírez, quien feíta y presuntuosa como pocas en este país, ha mostrado que tiene los “cojones” que no tienen los machos azules para buscarle un puesto bajo el sol a su colectividad. Ciertamente la hoy candidata de una Convención Nacional Conservadora – ahora calificada de ilegitima por los burócratas de la Consejo Nacional Electoral – ha mostrado valentía, coraje e imaginación en el terreno político, y por supuesto resulta mucho más agradable y creativa que el decrepito y gangoso Senador Roberto Gerlein, que a todos nos pareció muy mal oloroso después de que puso en moda aquello del “sexo excremental”.