Por Wilfredo Sierra Moreno.
Posiblemente no hay situación más aberrante en el múltiple mar de problemas sin resolver de la sociedad colombiana que el de las cárceles, atiborradas de manera infrahumana de seres que si bien es cierto han cometido faltas contra la sociedad, son humanos y no merecen ser tratados como animales. Pero a pesar de los múltiples llamados de los organismos de control y las personerías municipales de todo el país, no se mueve ni un dedo en la dirección de buscar correctivos, ni siquiera transitorios, a esta terrible dificultad.
Cuando los representantes del estado hablan, Ministra de Justicia, funcionarios del Impec y la múltiple burocracia que tiene que ver con el manejo de esta rama del poder, dejan saber, con frialdad desconcertante, que la construcción de nuevos centros carcelarios para descongestionar los centros de reclusión se daría, si acaso, dentro de tres o cuatro años. ¡Por Dios! Lo que quiere decir que nos podemos morir, sociedad civil y organismos de derechos humanos, desgañitándonos pidiendo solución a esa dificultad, que no habrá, por ningún lado, respuestas ciertas en el inmediato y mediano plazo.
¿Eso que muestra? La impotencia del estado y el gobierno para realmente asumir con presteza las respuestas a las diferentes coyunturas problemáticas que se me van presentando en el diario vivir y la sociedad y, todo, por desgracia, se queda en promesas que se las lleva el viento. Sin embargo en sus acuerdos de papel con la guerrilla en la Habana, ayer el gobierno se comprometió, teóricamente, a una transformación radical de la realidad rural y agraria de Colombia con equidad y democracia, que implica, entre otras coas, acceso y uso de la tierra; manejo de tierras improductivas, formalización de la propiedad, frontera agrícola, etc., etc. Y uno se pregunta, ¿pero con que musculo señores?
Si cosas tan aparentemente simples como construir más y mejores cárceles para acabar con este drama inhumano no se puede hacer rápidamente, ¿de donde hay recursos, capacidad de acción y conjunción de voluntades políticas para hacer la gran revolución de la tenencia de la tierra, que en el papel promete el gobierno para terminar con la guerra? ¡Pamplinas! Esos son cuentos chimbos para con titulares de prensa tratar de mejorar la imagen y ganar espacio para una reelección Presidencial.
Ojala todo eso se pudiera hacer y pudiéramos llegar a una Colombia no solo en paz sino justa y equitativa. Pero si no hay dinero ni capacidad de acción para hacer una cosa en apariencia menos complicada con construir rápidamente nuevas cárceles y terminar con este espectáculo grotesco que nos deja muy mal a los ojos del mundo, ¿será que a la hora de la gran revolución agraria que prometen, y el tocar los intereses de los duros terratenientes de este país – que tienen mucho dinero y también capacidad de maniobrar en defensa de sus intereses – el estado va ha mostrar la contundencia necesaria para que lo que se escribe en los acuerdos se lleva a la practica?
Este pareciera que fuera un país lleno de aguacates a quienes nos quieren envolver, a toda hora, en papel periódico. Como si a punta de titulares de prensa y declaraciones rimbombantes se pudiera hacer, tan fácilmente, una sociedad mejor. Y como si el estado no mostrara, permanentemente, una terrible debilidad para cumplir con sus más elementales deberes. ¡Pobres presos de las cárceles! Se los va ha comer las enfermedades, el hacinamiento, la violación de los mas simples derechos de un ser humano y el transcurrir del interminable tiempo, mientras el estado intenta ver que puede hacer con ese problema…