Por Wilfredo Sierra Moreno.
Terminando la segunda semana del mes de marzo la ciudad de Bucaramanga tendrá la visita de ciudadanos de todo el mundo que participaran, con alborozo, en la celebración de los 40 años de constitución de la Gran Logia de los Andes, una institución que durante todo este tiempo ha permitido el agrupamiento a los más prestantes hombres de la sociedad bumanguesa y santandereana que, con denodado entusiasmo, ha contribuido al desarrollo de nuestra sociedad, cultura y buenas costumbres de nuestro entorno.
La masonería ha sido una institución que durante muchas décadas en todos los puntos del mundo han contribuido a cultivar un pensamiento liberal e investigador, que sin plegarse a dogmas inadmisibles, puedan permitir el crecimiento moderado y progresivo de familias y culturas en los que los valores humanos, el respeto a la dignidad personal y la valoración de la igualdad como base de la interacción social, sean la base del progreso.
Contra la masonería, desafortunadamente, se han dejado correr demasiados prejuicios sin fundamento, sobre todo aquel que le quiere indilgar ser una agrupación de ateos irredentos, cosa que es absolutamente falsa, entre otras muchas cosas porque uno de los requisitos para ser admitidos en la institución es la creencia, cierta, en un principio creador. Creencia que no es la sumisión pusilánime a un dogma que culturalmente se quiera vender como la ultima verdad revelada, imposición que no puede ser compatible con hombres que creen en el libre pensamiento y la ciencia como base desarrollar su crecimiento personal.
Con esas bases, desde hace 40 años, la Gran Logia de los Andes a contribuido a formar hombres de esta bravía raza santandereana que en el comercio, la industria, la educación, la economía y la política han buscado jalonar nuevos hitos en el desarrollo local y regional, y buscar nuevos estadios de desarrollo y cultura para sus conciudadanos.