Por Wilfredo Sierra Moreno.
Por todos los medios, regionales y nacionales, las noticias hablan de los buenos resultados que están logrando el departamento de Santander y la ciudad de Bucaramanga, con índices de desempleo bajos, una visión atractiva de los foráneos por nuestro suelo y una inversión privada y oficial, tanto nacional y extranjera que envidian otras poblaciones del país y que nos deben llenar de una orgullo sano.
Ojala las buenas hadas de la vida quieran que aquí, todos, dirigentes políticos, gobernantes locales, la fuerza gremial y empresarial y la opinión publica en general, sepamos asumir esta coyuntura histórica con la madurez y el pundonor que el momento requiere, y no terminemos otra vez -¡como han sido muchas!- matando la buena suerte con esa contumacia y avilantes que nos ha sido tan cara a lo largo de la historia, que nos hace estúpidamente devorarnos los unos a los otros y perder, sin que nos importe un carajo, las condiciones favorables particulares que la suma de pequeños esfuerzos largamente mantenido y factores especifico de la económica nacional y mundial nos ofrecen.
Aquello del departamento por encima de los intereses personales debería ser algo más que una bonita frase de cajón para adornar discursos, y el momento amerita que la reflexión sea seria, cuando tristemente sobre el ambiente se ven ya presagios de enfrentamientos entre buenos amigos y sectores que merecen nuestro respeto y aprecio. Si, sabemos que muchas veces el poder embriaga y eso, acompañado de nuestra ancestral tendencia “piedrera” que hace que en un arranque de rabia no nos importe nada y nos tiremos al abismo con el clásico y absurdo argumento de “yo me jode pero me lo llevo también a usted en los cachos”, ha sido, en buena parte, culpable de los duros tiempos sin protagonismo nacional que los santandereanos hemos tenido.
Posiblemente en muchos años hacia el futuro no volveremos a tener los vientos corriendo a nuestro favor como lo están haciendo ahora, y estos, bien utilizados, podrían ser la base para una proyección en el tiempo de una verdadera bonanza económica, social y humanitaria. ¿Lo entiende así los actores principales de nuestra vida regional, en cuyas manos esta canalizar hacia puertos más grandes y placenteros el buen viento y la buena mar? Que el Gran Arquitecto del Universo quiera que así sea, y que como nos decían nuestros añejos ancestros al reprendernos, no hagamos con la buena fortuna pendejadas…