Editorial

Editorial: ¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO CON LOS NIÑOS?

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Por Wilfredo Sierra Moreno.     

wilfredo sierra morenoEn este país desconcertante pareciera que no hay limite para el asombro en cuanto a las cosas terribles que se pueden registrar en la crónica roja de todos los días, y frente a alucinados que destruyen con acido por celos la cara de las mujeres, grupos extremistas que usan la violación y la motosierra para destruir a sus enemigos y toda una serie de absurdos que a un ser normal no le podrían caber en la cabeza, vivimos todos los días con desconcierto e impotencia.

Pero lo que resulta realmente monstruoso y  repugnante es la acción reiterada contra niños que son asesinados cruelmente, o violados desde los 4 años con la anuencia de los dos padres como registramos esta semana en nuestro departamento y, en fin, todo una serie de acciones criminales que habla elocuentemente de una sociedad enferma, alucinada, loca, que no puede hablar de equilibrio mental colectivo desde ningún punto de vista.

Todo esto pone en entredicho el papel hipócritamente sublimado de la paternidad, que sobre todo en épocas del mes de la madre y el padre, se exalta a unos niveles de hipérboles risibles, si se compara con lo que pasa, realmente, día a día, el la vida de unos infantes que sufren el rigor de las limitaciones emocionales de unos señores que engendraron, el algunos casos, por accidente.

Mientras con la frecuencia que está aconteciendo sucedan estos hechos miserables contra los niños del país, hablar dulzarronamente de la paternidad como con frecuencia los hacemos en este país, no es más que un simple acto de mentira falaz socialmente aceptada que trata de tapar la descomposición ética y formativa de la estructura familiar. Lo peor, pasados los dos o tres días después de conocido un infanticidio o una violación miserable, todos nos olvidamos del tema, hasta que el próximo horror vuelve y nos produce esas reacciones mediáticas y transitorias que terminan, en ultimas, en que nunca se hacen cosas serias para remediar, de verdad, nuestras aberraciones colectivas. Triste, pero ese es el fondo de una sociedad que se resiste, de verdad, ha tomar acciones que sean radicales en la solución de sus males.